Siempre que uno va a Venezuela le pregunta a la gente allá si necesita algo.
Entonces cuando hace menos de un mes le pregunté a Rada, mi conductor y padre adoptivo venezolano, qué quería, me dijo que un chocolate.
Le traje su favorito: un Hershey’s de cookies ‘n’ creme, producto que conoció en sus viajes a la isla Margarita, por allá en los años 90, cuando ganaba lo suficiente como mensajero para ir de vacaciones a uno de los paraísos venezolanos.
Ya en Caracas, sin embargo, me di cuenta de que mi pregunta pudo ser anacrónica: la famosa barra de chocolate estadounidense se consigue fácilmente.
Pero para Rada, que recibe una pensión de US$5 al mes, el chocolate sigue siendo, como dice él, “inalcanzable”: cuesta entre 1 y 2 dólares, el doble de lo que yo pagué en Bogotá.